Normalmente las
obras de arte se realizan para que perduren, como la pintura o la fotografía,
sin embrago hay otras que asan desapercibidas. ¿Qué hay de la música o los
fuegos artificiales? Está bien, ambos se pueden fotografiar o gravar, pero no
es lo mismo. Falta la emoción del momento, la adrenalina, el sonido que
acompaña, la vibración del suelo, el olor a pólvora, la sorpresa de que cada
segundo es distinto al anterior, la satisfacción de poder contemplar algo
único, irrepetible y precioso. Es un regalo momentáneo.
Estas fotos
están tomadas la madrugada del 9 octubre de 2012, del Castillo de fuegos
artificiales de La Alameda, en Valencia.
Un saludo desde el Poli Norte
Una entrada curiosa. Me he quedado con ganas de más imágenes y de más reflexión en tu comentario. Interesante. Muy bien.
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